sábado, 17 de mayo de 2008

La carta perfecta


José Joaquín Rodríguez Lara


Muy alto es el predicamento que tienen las cartas. Como mensaje apostólico para los cristianos; como género literario en sí mismo y como herramienta de altísima utilidad para hacer novelas, en libros de memoria y otras especies de escritura artística.

Las cartas fueron durante miles de años una suerte de tam-tam o un hilo de lenguaje morse entre corazones enhebrados por el correo. Con cartas se ha hecho el amor y la guerra, se han levantado grandes obras literarias y también se ha sumido a mucha gente en el mayor de los desconsuelos y en la más infame de las miserias. La carta que llegó tarde, la carta que nunca se debió escribir, la que estuvo perdida durante decenios en la cartera del cartero son cartas de vida memorable.

En torno al pretexto de una carta que nunca fue escrita organizó Gabriel García Márquez la que el genio colombiano considera la mejor de sus novelas, 'El coronel no tiene quien le escriba', una especie de anticipo de 'Cien años de soledad'.

Hay cartas que valen menos que el papel en el que están escritas y muchas otras cuyo valor económico se dispara a medida que se apolillan. Cartas que descubren la personalidad secreta de grandes personajes públicos de los que parecía que todo estaba dicho y otras que cubren con palabras la verdad hasta hacerla desaparecer.

Y además de todas esas cartas, hay cartas al director. Al director de cada periódico. Son las más difíciles de escribir, las de vuelo más arriesgado. Cartas que se envían como se compra un décimo de lotería, con la esperanza de que precisamente sea esa la que salga. Escribirle cartas al director de un periódico es todo un oficio que exige concreción en la forma, desenvoltura en el lenguaje y suficiente originalidad para encandilar al destinatario con la revolera de alguna frase. Si usted escribe cartas al director y no se publican todas, no desespere, la carta perfecta existe. Es corta, aguda, correcta y oportuna.

martes, 15 de abril de 2008


Desrabar borregas


José Joaquín Rodríguez Lara


CUANDO el uso de las calculadoras a pilas se generalizó en Japón, los súbditos del emperador realizaban sus cálculos matemáticos con la nueva maquinita, pero inmediatamente, para convencerse de que el resultado era correcto y, sobre todo, bueno para el negocio, recurrían al ábaco, ese antiquísimo invento egipcio con el que se suma, se resta, se divide y multiplica moviendo bolitas insertadas en unas varillas.
Extremadura y toda España y hasta es posible que la Unión Europea en pleno están atravesando una fase similar, en la transición del papeleo a la cibernética. La Junta, sin ir más lejos, se ha empeñado en informatizar la región y se esfuerza en poner a disposición de los ciudadanos las nuevas tecnologías. ¿Significa eso que ha terminado la era del papeleo? ¿Por Dios!, ni mucho menos.
Para solicitar las subvenciones agrarias hay que pedir, papel en mano, una clave y una contraseña informáticas, además de enviarle al Gobierno regional un impreso dando de alta a terceros una cuenta bancaria. Pertrechado de estas gestiones y salvoconductos se entra en Juntaex.es, Consejería de Agricultura, Iniciativa Arado, y después de navegar por aguas revueltas se llega hasta los impresos. Con semejante trajín, la Junta ya sabe quién es usted, donde vive y a qué dedica el tiempo libre, pero como si la Consejería fuera japonesa le exige además poder comprobarlo moviendo las bolitas del ábaco. Así que después de haberse confesado al ordenador tiene usted que imprimir la confesión, por triplicado, llevar los papeles al banco, para que se los sellen, meterlos en un sobre identificado con sus datos personales y, junto a otros impresos y certificados varios, entregarlos en el registro de la Administración regional, para que se los vuelvan a sellar, con una selladora eléctrica, eso sí, y se los escaneen con una fotocopiadora para ordenador.
No exigen póliza porque las pólizas desaparecieron con el franquismo.

Y ya está. Ahora sólo le queda esperar que pasen los meses y su petición sea atendida.

Hasta hace muy poco, los campesinos palpaban la tierra, se incorporaban en la silla para escuchar al hombre del tiempo y amoldaban a sus intereses las prácticas agrarias que cuando mozos aprendieron de sus padres y abuelos.

Ya no. Antes que de tierras y de cielos, el moderno agricultor/ganadero debe saber de directivas comunitarias, de subvenciones, de cupos, de primas y de plazos. Y si no sabe, tendrá que buscarse a quien sepa y le pueda ayudar, que para el caso no es lo mismo, sino peor. No quieres burocracia, pues ración doble: en papel y por ordenador.

La densa y más que creciente eurocracia debe de ser una de la razones por las que en el sector agrario español anda suelto tanto pájaro de jaula. Médicos, fotógrafos, informáticas, maestros de escuela, funcionarios de lo Silvestre, sacerdotes, biólogos, sindicalistas de butaca, abogadas, policías, constructores, arquitectos, magistrados de la Audiencia, banqueros, bancarios, decoradoras y hasta periodistas se calzan los botos y lo mismo echan besanas y limpian olivos que organizan desviejes y ordenan aclareos. No son del campo, no, pero tienen lo principal para serlo: conocen a la 'señá' Burocracia y a su hija doña Informática.

En sabiendo, de ordenadores y demás impresos por triplicado, ¿a quién le espanta desrabar borregas?


miércoles, 13 de junio de 2007

Fedra, en rojo y negro

José Joaquín Rodríguez Lara

 
Dos horas de reloj duró la representación de Fedra, y tres minutos de aplausos premiaron el esfuerzo de quienes han puesto en escena la primera obra de LIII Festival de Teatro Clásico de Mérida.

El público ocupaba tres cuartas partes del aforo del Teatro Romano; un éxito para un arranque de Festival en jueves y a mediados de julio. Fedra tiene ante sí dos fines de semana y llenará el Teatro.

Juan Mayorga es el responsable de la dramaturgia. Lo mejor de su Fedra es el texto. La historia es corta. El argumento se puede resumir en un párrafo. Fedra se enamora de su hijastro Hipólito y tras sucumbir a la pasión, sin ser correspondida por el joven, lo denuncia por despecho y por miedo.

Más que contar unos hechos, los personajes reflexionan sobre sus consecuencias. La belleza y altura poética de los diálogos endulza su degustación en las cáveas.

La actuación de Ana Belén sorprende; incluso a personas que no la tienen entre sus actrices favoritas. Fedra es pasión y tormento, y Ana Belén ofrece una actuación atormentada y llena de pasión, aunque distante. Seguramente se debe a que ella es así.

Buena parte de la representación se sustenta sobre la experiencia y la profesionalidad de Alicia Hermida, que interpreta a Enone, la dueña, aya y criada de Fedra.

Cuando le correspondió saludar al coprotagonista, Fran Perea, que interpreta a Hipólito, los aplausos subieron un punto, lo que es una circunstancia no desdeñable si el público debe pasar por taquilla.

Bajo la dirección de José Carlos Plaza, el montaje de Fedra seguramente funcionará bien en el Festival, aunque no es un espectáculo diseñado para el Romano, ya que no aprovecha la monumentalidad del Teatro.

El decorado es cortante, minimalista y práctico. Una plataforma negra que hace de suelo, un lecho y diván de psicoanalista, que surge del suelo y desaparece con rapidez y eficacia, y un muro rojo que actúa como doble pantalla: por una parte oculta la parte central del orden inferior de las columnas y por otra, resalta el juego de luces y proyecciones, que tienen una función estelar en el decorado.


Todo ello resultará sin duda muy útil en otros escenarios, pero en el Teatro Romano y cuando la obra se desarrolla íntegramente dentro del palacio de Teseo, es sorprendente que se desprecie el mármol tapándolo con la carpintería. Ver desaparecer a Fedra detrás del muro no es lo mismo que un mutis de Ana Belén por la valva regia.

No obstante, lo peor es el sonido. Ana Belén es una actriz que canta y Fran Perea, un cantante que actúa. Los dos tienen suficiente chorro de voz para el Teatro Romano, pero todos los intérpretes llevan micrófono y, en más de un pasaje, su voz suena metálica, inhumana, lo que resta verosimilitud a las pasiones que pretenden trasmitir.

Cierto que el micrófono parece ya imprescindible para actuar en el Teatro Romano de Mérida. Pero hubo un tiempo en el que hasta los grandes de la escena desafiaban al polvo y a los cambios de temperatura y salían a la arena del Romano sin micrófono ni paracaídas. Eran actrices y actores, criados en los teatros a la italiana y en los tablados de las plazas públicas, a los que la maravillosa acústica del Teatro Romano les parecía una bendición. Actualmente, los actores y las actrices se amamantan del cine y, sobre todo, de la televisión, y quitarles el micrófono equivale a taparles la boca.

En Fedra no sólo se recurre a los micrófonos, sino que la ingeniería parece estar por encima de los intérpretes y hasta del espectador, al que muchas veces se le hurta el rostro de los personajes. Incluso se tiene la impresión, al menos en dos ocasiones, que Ana Belén no se carcajea ni tampoco grita, sino que en cada caso entra una grabación mientras la actriz le da la espalda al público.

El público, sin embargo, no le dará la espalda a esta obra, en modo alguno, pues Fedra es un espectáculo que merece la pena ver.



domingo, 25 de junio de 2006

CRÍTICA LITERARIA


'Gayola' rompe con la tradición


SIMÓN VIOLA


En la singular trayectoria literaria de José Joaquín Rodríguez Lara (Barcarrota, 1956), Gayola, aparecida recientemente en Del Oeste Ediciones, es su primera novela. Puesto que esta obra viene a romper un silencio de más de dos décadas, convendrá recordar que Rodríguez Lara se inició con un poemario, 'La tierra al fondo', (I. C. Pedro de Valencia, 1980), al que siguió, además de algún relato premiado, una novela corta, 'El Conchito', con la que consigue en 1981 el primer premio de Narraciones Breves "Felipe Trigo", editada al año siguiente con prólogo de Juan Manuel Rozas.
En el prólogo, Rozas señalaba, de un lado, el entronque temático de la narración con el compromiso y la literatura testimonial (un niño se ve obligado a abandonar su tierra natal para recalar con sus padres en el cinturón de pobreza de una gran ciudad), y de otro, el cuidadoso tratamiento literario dado a este soporte temático: «lo prueban los dos gestos más sobresalientes de su narración: predominio del poema en prosa, en la estructura; y de la imagen, en el estilo [...] 'El Conchito, pues, no renuncia a denunciar la realidad de un niño desarraigado, y en concreto extremeño, pero menos aún renuncia a su propio ser de realidad literaria", y se preguntaba: «¿qué ruta tomará el autor tras este importante galardón?». Pues bien, hoy podemos contestar ya a esta pregunta.
Del mismo modo que los géneros han creado su propia tradición literaria, también determinados temas han forjado una tradición propia. El tema taurino (y 'Gayola' es una novela de tema taurino) ha tendido a plasmarse en unas formas literarias a la vez realistas y castizas, sometidas tanto en su estructura como en su estilo a un tratamiento sobremanera conservador. Pues bien, 'Gayola' (una de esas palabras que siguen hermanando al portugués y al español, pues en ambas lenguas se conserva con el significado de 'jaula' o 'cárcel') rompe, de un modo muy perceptible, con esa tradición; esto, es, se sitúa en ella afirmando un notable propósito experimental, tanto en la disposición de los materiales narrativos como en su estilo. Trataremos de describir cómo lo hace sin dañar su lectura.
La novela organiza su argumento en torno a dos tramas de avance paralelo. En la primera de ellas, un crítico taurino de un diario de Madrid acude a Olivenza a dar una conferencia, después de lo cual decide pernoctar en un hostal de la ciudad. Allí se pierde su pista. Este personaje, que esperábamos fuera el protagonista de Gayola, cede su puesto entonces a un animal, un becerro que relatará en primera persona las peripecias de su vida desde su nacimiento hasta su muerte en la plaza (con lo que se suma a la tradición de narradores-animales: 'El coloquio de los perros', 'La metamorfosis', 'La vida feliz de Francis Macomber'...) .
En la segunda trama, un detective portugués, Ezaquiel Culimbra, entra en casa de la compañera del crítico taurino buscando algún indicio sobre su paradero. Se ve envuelto con ello en una sucesión enigmática de episodios violentísimos, propios de la novela negra.
Naturalmente, el lector habrá de descubrir el engarce entre ellas y recomponer lo sucedido. Pero el autor ha conseguido con esta disposición una novela de filiación barroca que explota de modo inteligentísimo la técnica de los contrastes. Citemos algunos: la primera historia constituye una narración intensamente poética, que entronca así con sus narraciones anteriores, y de modo especial con 'El Conchito', en la que asistimos al desarrollo literario de un campo semántico: el toro y la lidia, el campo y la plaza, la suerte y la muerte...
La historia segunda contiene todo el desgarro de la novela negra: el mundo del hampa y la más rotunda violencia. La historia primera (una trama rural de espacios abiertos) contiene una vida entera, desde el nacimiento a la muerte; la segunda historia (una trama urbana) comienza 'in media res'. (De hecho los episodios más cruciales ya han sucedido cuando arranca y es preciso reconstruirlos en la lectura). Si esta historia se ajusta a un patrón realista, sin apenas deformaciones argumentales, la historia primera, más poética y, por tanto, más imaginativa, se ve sometida a constantes transformaciones: metamorfosis similares a las de la mitología clásica (de Júpiter en toro para raptar a Europa; de Io en vaca), desdoblamientos de personajes, etc.... en una trama que difícilmente se doblega a los resúmenes.
Gayola podría ejemplificar, desde otro punto de vista, una de las teorías literarias más atractivas. Para los formalistas rusos la literatura prolonga el tiempo de percepción de la realidad al someterla a un proceso de 'extrañamiento', que se logra básicamente, de dos modos: contando cosas extrañas (ciencia ficción) o contando cosas conocidas como si fueran extrañas. En 'Gayola' las muestras de este segundo procedimiento son numerosísimas y singulares: una ciudad (Badajoz) crece como un animal que vagara por el campo, unas jacas son descritas como motocicletas, un ser humano se transforma en animal que cuenta su vida, un solo personaje se desdobla en dos, etc.


Título: 'Gayola'. Género: Novela. Autor: José Joaquín Rodríguez Lara. Editorial. Del Oeste ediciones. Badajoz, 2005, 286 págs.

viernes, 9 de junio de 2006


Talavante toma la alternativa hoy,
vestido de valiente


José Joaquín Rodríguez Lara / PUNTO RADIO


Alejandro Talavante, de 18 años, natural de Badajoz, orgullo de Puebla de Sancho Pérez y esperanza de gran número de taurinos, tomará la alternativa esta tarde en Cehegín (Murcia).


Alejandro Talavante cortó tres orejas
el día de su doctorado en Cehegín (Murcia).
Talavante está deseando que llegue su primera actuación pública frente a un cuatreño, según declaraba ayer mismo el novillero pacense al programa 'Protagonistas de Badajoz', de Punto Radio. «Tengo muchas ganas de que la gente me vea en la plaza con el toro, ante el que doy me verdadera dimensión, en la plaza y en el campo. Tengo ganas de estar con las figuras del toreo». Alejandro Talavante realizó ayer estas declaraciones, a Punto Radio, desde Madrid ciudad a la que se había desplazado para probarse el vestido de su alternativa. «Lo he elegido yo. Es de un color próximo al grana y oro, que dicen que es el color de los valientes. Otros van de blanco, pero yo he preferido este color». El día de hoy quedará, sin ningún tipo de dudas, ligado para siempre a la biografía de este torero extremeño, pero todo apunta a que también quedará reflejado en los anales de la tauromaquia. «Se recordara -ha declarado Talavante a Punto Radio-, si llego a ser lo que tengo que ser». Alejandro Talavante recibirá la alternativa de manos de Morante de la Puebla y tendrá a El Fandi como testigo.

miércoles, 8 de marzo de 2006


'Manolete' (Adrien Brody) con su apoderado Pepe Camará (Juan Echanove), a la derecha, su mozo de espadas
(Santiago Segura), a la izquierda, y el resto de su cuadrilla.

JUAN ECHANOVE, actor:

«Adrien Brody hará un buen 'Manolete'»


Echanove, que interpretará a Pepe Camará, el apoderado del diestro de Córdoba, habló para Punto Radio sobre su próxima película «Es un honor y una responsabilidad trabajar junto a uno de los mejores actores del mundo»


José Joaquín Rodríguez Lara / PUNTO RADIO


Entre los rostros famosos que se han podido ver durante el pasado fin de semana en la feria taurina de Olivenza está el de Juan Echanove. El actor, que ha seguido los festejos desde el callejón del coso oliventino, está a punto de comenzar a rodar una película sobre la vida de 'Manolete', el gran torero cordobés. Sobre ese proyecto cinematográfico habló Juan Echanove para PUNTO RADIO de Badajoz-Montijo.

-Echanove ve los toros desde un burladero por afición o preparandose para ser el apoderado de 'Manolete'.

-Sí sí. Además de las corrida, quería ver un poco el funcionamiento del callejón como preparación para el rodaje de 'Manolete'. En el fondo, no es aprender cosas desconocidas, sino fijar en la memoria determinados gestos, determinadas actitudes, que yo creo son importantes para el personaje que voy a interpretar.

-En esa película Juan Echanove será Pepe Camará, apoderado de 'Manolete', al que encarnará nada más y nada menos que Adrien Brody, actor que ganó un óscar por su actuación en El Pianista. Como apoderado, ¿qué futuro le augura a Adrien Brody en el mundo de la fiesta?


-Desde luego, con que tenga el cincuenta por ciento del resultado que tuvo como pianista, la película de Polansky, tenemos un éxito. Estamos hablando de uno de los mejores actores del mundo. Y eso es mucho. La verdad es que es un honor y una responsabilidad enorme trabajar junto a Adrien Brody.

Penélope Cruz, como Lupe Sino,
y Adrien Brody como 'Manolete'.
-La película cuenta los amores de 'Manolete' con Lupe Sino, cuyo personaje será interpretado por Penélope Cruz.

En la España de la posguerra no se aceptaban
con normalidad los amores entre 'Manolete' y Lupe Sino.
De hecho a ella no se le permitió ver el cadáver del diestro.
-Así es, pero no es que se centre en esa época. Digamos que la película salta en el tiempo, atrás y adelante. Digamos que tenemos desde un 'Manolete' niño hasta cuando muere en Linares.

-¿Veremos 'torear' a Adrien Brody?

-Afortunadamente, en el cine no hace falta que el propio actor asuma los riesgos. Creo que Adrien Brody tendrá un nivel en el que su postura, su manera de estar y de ser ya se encuentre muy cercana al personaje, pero no creo que pudiera llegar a torear nunca. Dicen por ahí que se rumorea que ha toreado una vaquilla, lo cual a mí, que no sería capaz de ponerme ni delante de un pastor alemán cabreado, me parece...; si Adrien Brody ha sido capaz de torear una vaquilla... Este hombre es un perfeccionista y uno de los actores más importantes del mundo y a mí no me cabe ninguna duda de que la preparación que está haciendo de su personaje es exhaustiva y hará un buen 'Manolete'.

-¿Qué diestro real ocupará el lugar de Brody ante la cara del toro?

-No tengo ni idea, Lo que sí sé es que toda su preparación ha estado vigilada muy de cerca tanto por Curro Vázquez, como por Espartaco y por Cayetano Rivera. Sin duda es un equipo de preparadores fantástico. Pero no sé exactamente cómo se va a rodar 'Manolete'. Seguramente todo será una combinación entre lo que se ruede sin toro, sin peligro real, y con toro.

-Parece que se va a rodar esta película aprovechando que hay un actor que se parece al 'Monstruo de Córdoba'. ¿Tan fundamental es el parecido en el cine autobiográfico?

-No. ¿Qué va! Además, uno ve a Adrien Brody y ve a 'Manolete' y no se parecen en nada. Lo que pasa es que tienen un aire, una nariz pronunciada, aguileña... Pero no creo... Lo que sí sé es que, actualmente, Adrien Brody es uno de los actores de todo el mundo que tiene más posibilidades de trabajar en cosas que le interesen. Sí él ha decidido hacer 'Manolete' será por algo. No es por parecido físico. Sabe perfectamente Adrien Brody que cualquier historia sobre un torero de gran dimensión, con un referente tan claro como 'Manolete' es una historia mítica y lo que tiene que hacer es interpretar en clave contemporánea una tragedia griega.


LA FICHA




'Manolete' será una historia de amor, sobre un paisaje taurino, en la España de 1940. La película contará la vida del gran torero cordobés y su romance con Lupe Sino.


Los actores Juan Echanove, a la derecha, y Carlos Tristancho
en los accesos al callejón de la plaza de toros de Olivenza.

Adrien Brody encabeza un reparto, encarnando al héroe taurino de la mitad del siglo XX. Le acompañan Penélope Cruz, como su amante, y Juan Echanove, como apoderado.


El director es el holandés Menno Meyers, que también es el autor del guión.


El coste del proyecto alcanza los 20 millones de euros. El rodaje comenzará a finales de este mes.


La película será rodada en Andalucía y unos estudios de Alicante.



lunes, 5 de julio de 2004


El color del tránsfuga


José Joaquín Rodríguez Lara


LOS tránsfugas no acostumbran a cambiar de partido. A lo sumo suelen mudarse de siglas. El tránsfuga es persona seria y consecuente que se mantiene fiel a unos principios -los suyos- defendiéndolos con uñas y dientes frente a cualquier interés que le resulte ajeno.

No es mala gente; más bien parece gente de mal asiento. Esta especie migradora es incapaz de resistir el hormigueo que le sube por las corvas de su desazón política y a la primera oportunidad que se le presenta salta y se echa a los medios con una moción de censura entre los dientes.

No hay desertores políticos porque en este mundo tenga que haber de todo. Existen para satisfacer la natural propensión evolutiva de la especie. El tránsfuga no es un traidor, es un traedor que aporta cambios y beneficios a corto plazo.

El tránsfuga es un político mutante encriptado en las cadenas de políticos inmutables que pueblan los anaqueles de las corporaciones patrias.

Muchas personas consideran el transfuguismo como la degeneración de la política, pero se trata de una práctica tan extendida y de tanto calado que bien pudiera ser la política de toda una generación. Precisamente de la que manda.

Si en vez de partidos y ristras de siglas en las urnas se votase a personas con nombres y apellidos, si los ciudadanos pudieran elegir directamente a sus alcaldes en lugar de confiar la elección a una amalgama de concejales bienintencionados, si los ayuntamientos fuesen más gobierno y menos cámara de representantes, el tránsfuga sería una especie en regresión. Pero no es así y ejercer de prófugo institucional va camino de convertirse en un trabajo; temporal y mal visto, pero empleo al fin y, en ocasiones, no mal remunerado.

Aunque a veces pueda parecer lo contrario, el tránsfuga no vulnera la legalidad con sus arreos y vaivenes. Es más, cada vez que zarandea el andamiaje de las instituciones incluso perfecciona los engranajes del sistema democrático pues hace uso de un procedimiento, perfectamente lícito, que el legislador puso a su disposición con la intención de que lo utilizase para devolver el carro de la farsa a las rodadas de la cordura.

El tránsfuga no solo es un tipo legal, sino que además fortifica la legalidad con su rebeldía. Contra esa fortaleza poco pueden lo acuerdos antitraidores que pactan los partidos.

No le faltan virtudes al desertor, por más que en ocasiones se le considere casi un delincuente. No es para tanto. En todo caso sería como aquel Diego Corrientes, ladrón en Andalucía -y buena parte de Extremadura- que robaba a los ricos y a los pobres socorría. A fin de cuentas, lo que hacen los tránsfugas es despojar del mando a los poderosos para entregárselo a quienes no lo tienen y suspiran por el poder.

Al tránsfuga se le podría esquivar con facilidad si los políticos no fuesen como los garbanzos, de los que no se sabe cuantos saldrán negros hasta que echan a cocer y se juntan con el chorizo.

(Publicado en mi columna de opinión El Rincón)