miércoles, 18 de marzo de 2009

Predicamento

José Joaquín Rodríguez Lara


FUI monaguillo, pero campestre y con la misa en castellano, lo que son dos atenuantes. Estoy bautizado y confirmado; hice la primera comunión y me casó la Iglesia, pero no recuerdo haber usado jamás ni crucifijo ni medalla ni un simple escapulario. No llevo estampita en la cartera ni gasto medallón rociero o de cualquiera otra advocación romera. Admiro a los camioneros, pero si lo fuera no colocaría un 'Dios nos guíe' sobre la cabina. Tengo amigos que recitan de corrido la misa en latín y son ateos, ateísimos. Yo, todavía, me permito creer en la Virgen del Soterraño, patrona de Barcarrota, y en la de Guadalupe, patrona de Extremadura, por razones inconfesables.

Si tuviera que darle nombre a un colegio, una calle, un hospital, un aeropuerto, una cooperativa, un polígono industrial o a cualquiera otra cosa, no le pondría nombre de mártir, de santo, de cristo o de virgen. Sinceramente, el santoral no está de moda y, además, para qué molestar. Tampoco tacharía una denominación de carácter religioso que ya existiese. Todavía distingo bien entre la tradición y el proselitismo. El intento de entronizar a la monja Maravillas en el Congreso me pareció tan descabellado como lo sería colgar una estampa del diputado José Bono en un convento. Si algún día hay una monja en el Parlamento, espero que sea de carne y hueso, sensata y buena oradora.

Nunca pondría crucifijos ni vírgenes ni cualquiera otra imagen sagrada en un colegio de nueva creación, pero tampoco dedicaría ni un minuto a quitar las que ya están en las aulas. Para mí han perdido cualquier capacidad de persuasión religiosa y son simples piezas de artesanía, cuando no desangelados productos industriales. Esas vírgenes y esos cristos invitan a la santidad lo mismo o menos que el mapa de España incita al patriotismo.

El alumnado no se hace creyente o descreído por que haya o no haya una figura de la Inmaculada en el pasillo, como tampoco se profesa por vivir al lado de un templo. Ni siquiera por estudiar en un colegio religioso o que se llame Santiago Apóstol. Se necesita mucho más. Con la cantidad de crucifijos, de vírgenes y de estampas que hay en las aulas, en las calles y en los hospitales, qué pocos actos cristianos se ven. Seguramente habrá muchas sinrazones para que así sea. Una de ellas pudiera ser que a la Iglesia le sobran predicadores (linces, padres, madres, hermanos mayores y de carga, cofrades de pompa y feligreses de procesión) pero pierde predicamento.

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