lunes, 23 de marzo de 2009

La gripe A como pretexto

José Joaquín Rodríguez Lara


EN el inicio de la presidencia de Rodríguez Ibara le visitó en Mérida el embajador de EE UU, un hombre de elevada estatura y mucha más elevada consideración de sí mismo. «Tengo dificultades para entender a los españoles debido a que sólo me llegan al ombligo», comentó una vez. El señor embajador, seguramente a petición de Ibarra, tuvo la gentileza de compartir unos minutos con los periodistas extremeños. Se le planteó un paralelismo entre la organización territorial de USA, una nación de estados, y España, un país de autonomías. El diplomático negó la mayor. Vino a decir que no había punto de comparación, pues USA se había formado sobre la base de territorios independientes -las colonias- que habían decidido compartir un destino común, mientras que España se organizaba en autonomías debido a que territorios que ya estaban unidos habían decidido seguir caminos diferentes. Tenía razón. Dicho lo cual, entre los estados de USA hay diferencias abismales comparadas con las que se registran entre las regiones españolas. A California no puedes llevar fruta de otro estado; cada estado norteamericano tiene su propio carné de conducir; si matriculas un coche en un estado y te vas a vivir a otro, tienes que volver a matricularlo y hay estados que aplican la pena de muerte y otros no.

Eso sí, en asuntos de defensa, en cuestiones deportivas y en todo lo que huela a política exterior son monolíticos: un pueblo, una nación, un Estado, un himno, una bandera. ¿Qué puede mantener tan firmemente unidas las piezas de un puzzle formado por 50 estados, en los que viven blancos de origen anglosajón y negros de procedencia africana con judíos y asiáticos y suramericanos y latinos y hasta descendientes de los indios arapahoes? ¿Una historia común, una cultura compartida, el Tío Sam? Nada de eso, su pegamento es 'san Dólar', afirma Antonio Guillén Cumplido, biólogo extremeño que residió varios años en el estado de Nueva York y en California, como investigador y profesor. Algo de razón tendrá, pues el euro comienza a coser las piezas del centón europeo. Se le resisten los nacionalismos y, por eso, hay tensiones separatistas en España, en Bélgica, en Francia, en Italia...

Siempre se ha dicho que el enemigo exterior común une a los adversarios, pero tampoco es cuestión de matar moscas a cañonazos. Aunque, fíjese, el temor a la pandemia gripal está logrando algo impensable: que todas las piezas del puzzle autonómico participen de una estrategia común frente a la nueva gripe, un mal que no reconoce banderas y medirá la disposición de los políticos a poner la salud de los ciudadanos por encima de sus egos y banderías. Más les vale que reine la cordura.

No hay comentarios:

Publicar un comentario