martes, 2 de diciembre de 2008


Perejil


José Joaquín Rodríguez Lara


UNO creía que, tras el caso del islote Perejil, ya lo había visto todo en conflictos territoriales. Nada más lejos de la realidad. Badajoz vive una disputa rayana digna no ya de la sapiencia geoestratégica de Aznar, sino de la sabiduría del rey Salomón.

Resulta que para la asociación de vecinos del Casco Antiguo, el Palacio de Congresos está dentro de sus asfaltos jurisdiccionales. Por el contrario, la asociación vecinal de Pardaleras opina que, por el Noroeste, su barriada empieza en «la acera derecha de Ronda del Pilar, bajando hacia San Roque». Como si fuera un islote Perejil, el Palacio de la Discordia está en el filo de la disputa.

Un examen anatómico de la cuestión permite sospechar que el Casco Antiguo debería abarcar toda el área incluida dentro de las murallas y baluartes pacenses, por lo que, si el Palacio Perejil se levanta en el baluarte de San Roque, está en zona intramuros. Un huevo es huevo desde la yema hasta el cascarón, y la muralla es el cascarón del Casco. Más hete aquí que una cosa es el huevo y otra el fuero; Pardaleras reclama un dictamen municipal.

El Ayuntamiento está obligado a pronunciarse antes de que la trifulca pase a mayores. Más vale prevenir. Las lindes, los tabiques medianeros y los amores al tercio causan muchas desgracias cada año. Monago lo sabe y, aunque se ha despedido de la Virgen de la Soledad, en cuanto pueda se presentará a la de Guadalupe. Es de ley.

Se empieza por no evitar un perejil y se termina llevando la estación Badajoz-Elvas al Pagapouco. Sería ridículo tener que venir a Badajoz para viajar en AVE desde Elvas a Lisboa. Pero más ridículo aún resultaría viajar a Portugal para ir de Badajoz a Madrid. Un lío de lindes que se pretende solucionar con una espada salomónica: el río Caya.




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