sábado, 8 de diciembre de 2012

Artículo de cristinafallaras.blogspot.com/.../elogio-de-la-trampa-en-lo.. sobre los concursos literarios y sus triquiñuelas en el que se menciona el Premio Felipe Trigo y a José Joaquín Rodríguez Lara, entre otros ganadores del certamen villanovense, como ejemplo de limpieza.






Este artículo lo publiqué en el número del mes pasado de la revista Barcelonés.
Para quienes se lo perdieron:



ELOGIO DE LA TRAMPA
EN EL FALLO DE LOS PREMIOS LITERARIOS

En España se dan anualmente premios literarios. Punto. No intente averiguar cuántos: hay quien dice que 300, hay quien ofrece 1.000. La web especializada premiosliterarios.com afirma tener las bases de 3.500 concursos en distintas lenguas. A la hora de concursar, España es una idea limitada.
Pero ciñámonos. Cojamos diez premios españoles aparentes: Planeta de novela (ed.Planeta), Primavera de novela (Espasa/Planeta), Nadal de novela (Destino/Planeta), Alfaguara de novela, (Alfaguara), Herralde de novela (Anagrama), Biblioteca Breve de novela (Seix Barral/Planeta), Anagrama de ensayo (Anagrama), Espasa de ensayo (Espasa/Planeta), Hiperión de poesía (Hiperión), Loewe de poesía (Visor). Pongamos que a cada uno se presentan 200 aspirantes (ellos declaran más): son 2.000. Multipliquémoslo por diez (filfa, teniendo en cuenta los centenares de convocatorias), por no llamar a escándalo: Vendría a darnos unos 20.000 aspirantes anuales a ganar un premio. Como somos de letras, estas cifras nos valen.

Pues bien, hay quien cree que todos esos premios están amañados. También hay quien cree que todos son limpios. E incluso hay quien sencillamente no se preocupa por estos asuntos, y lee.
Lo que sigue son algunas razones (de la autora) para defender los premios amañados, a base de argumentar en tres cadenas razonables que, gracias a esa trampa:
1. Se puede descubrir un valor inédito.
2. Se editan libros que no son ni serán jamás rentables.
3. Los propios premios, y todo lo anterior, no desaparecen.

CADENA Nº 1: GRACIAS A LA TRAMPA, LE DESCUBRIRÁN.

1.Usted no va a ganar un premio.
Si usted fuera a ganar un premio no se quejaría de que los premios están amañados y ese tipo de cosas. Usted se queja porque cree que tiene posibilidades, es decir, porque conserva algo de autoestima, lo que delata que usted aún no ha puesto un pie en el mundo editorial.

2.Si usted se queja es que aspira a publicar.
Sin embargo, si usted se queja, es porque aspira a publicar un libro. Nadie que no aspire a ello tiene queja alguna, que yo sepa.

3.Si aspira a publicar, necesita que le lean.
Para que usted publique su libro, éste tiene que llegar a manos de un lector de editorial. El lector de editorial, trabajo sufrido donde los haya, es el encargado de escribir un informe donde explica si su libro es bueno o malo, y por qué. También explica si la publicación de su libro es recomendable, al margen de si es bueno o malo, y por qué.

4.Si necesita que le lean, déjese de gaitas.
Presentarse a un premio literario, aunque esté vendido, tiene una ventaja innegable para usted que quiere publicar: le van a leer y van a escribir un informe sobre su libro.
Si usted es bueno, lo sabrán.
Los informes sobre los libros no suelen ser dulces con los autores, pero si un libro es bueno, realmente bueno, acostumbran a detectarlo. Otra cosa es que la editorial les haga caso.

CADENA Nº 2: GRACIAS A LA TRAMPA, EL RESTO PUBLICA.

1.Si gana un premio, el libro vende.
El primer paso para que un libro venda es que alguien se entere de su existencia. Dada la situación actual de los medios de comunicación y el espacio que dedican a la industria editorial, ese paso empieza a ser francamente improbable. Sin embargo, aún guardan un pequeño rincón para anunciar los premios literarios.

2.Si el libro vende, la editorial gana dinero.
Esto quiere decir que el libro premiado, sea o no de encargo, haya trampa o no, dará ese primer paso. Es decir, su existencia llegará a la mayoría de los lectores y los regaladores de libros (que no son lo mismo). Como esa mayoría aún confía en el criterio de los premiadores (no como usted, descreído aspirante), comprará el libro. Es decir, la editorial ganará dinero con la publicación de una obra, oh, pequeño milagro de la economía.

3.Si la editorial gana dinero, publica libros que no venden.
Pero no sólo de premios viven los editores. También está el prestigio (que no vende), también está el catálogo. O sea, que la editorial tiene que publicar una serie de libros que no venden, y ni si quiera dan ese primer paso de existir para el lector/regalador. Gracias a que gana dinero por algún lado (llamémoslo peste de premio pactado), publica a todo el resto de desgraciados.

CADENA Nº 3: GRACIAS A LA TRAMPA, EXISTE EL PREMIO.

1.Si se convoca un premio, debe premiar una buena obra.
A excepción de un par de casos tan conocidos como perdonables, la editorial que convoca un premio debe otorgarlo a una obra que cumpla unos mínimos requisitos –es más, se le debería exigir que garantizara su concurso– de calidad y comerciabilidad.. De lo contrario, el inocente lector que aún confía, dejaría de hacerlo y, por lo tanto, de comprar libros.

2.Si no hay una buena obra, el premio se declara desierto.
En el caso de no pactar la obra con un autor que garantice los requisitos anteriores, la editorial convocante del premio se expone a que ninguna merezca la pena. En ese caso, el premio se declara desierto. [Este supuesto sólo puede darse en el caso de que no medie entidad bancaria, fundación, empresa, ayuntamiento, diputación o similar con participación parcial o total en la pasta para el premiado].

3.Si el premio se declara desierto, desaparece.
Sí, claro, un premio puede declararse desierto cada vez que las obras, multitud de obras aspirantes no pactadas, sean deficientes. Y eso es algo que ha dado al traste con más de un galardón e incluso alguna colección memorable.

4.Si el premio desaparece, ni 1, ni 2, ni 3.
Cuando ocurre lo anterior, y el premio desaparece, ni el lector informa sobre su obra, ni se enteran de que su manuscrito es una joya, ni los lectores/regaladores sabrán de su existencia en el improbable caso de que la publique, ni la editorial ganará dinero, ni por lo tanto se permitirá el lujo de publicar esas joyas económicamente desastrosas… Y el mundo será por fin una gran catedral de best-sellers. Un mar de lágrimas, o sea.

Pero todo lo anterior sólo es un juego de conjeturas para callar la boca de los descreídos. La verdad verdadera es que la autora cree firmemente que los premios son limpios, que los insignes escritores que componen los jurados son honestos, y por todo ello conserva la esperanza en que algún día le toque a ella.


LIMPIO POR EJEMPLO.
Y sí, los hay tan libres de mácula como bien dotados. Vamos allá con un ejemplo. En 1981, el Ayuntamiento de Villanueva de la Serena (Extremadura) decidió crear un premio literario para honrar la memoria del escritor local Felipe Trigo. Actualmente, este premio está (usemos la terminología al uso) dotado con 20.000 euros para obras con una extensión mínima de 150 folios y máxima de 300. Una ojeada a boleo por lista de autores galardonados permite confirmar su limpieza: José Joaquín Rodríguez Lara, Anastasio Fernández Sanjosé, Fanny Buitrago, Carlos Murciano, José Luis Sevillano, Francisca Gata o Dolores Soler-Espiauba.
En cualquier caso, para creyentes y descreídos, allá van unas cuantas direcciones con las que elaborar un buen calendario de concursos (sepan que tienen obligación de leerles):

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