domingo, 30 de diciembre de 2012


La mayor condena (2) 


No temo a rejas ni a cerrojos
aunque con grilletes cosan mis manos,
pues me bastaría cerrar los ojos
para hacer míos sus hierros vanos.


Dichosos los cautivos que, cargados
de cadenas, penan muertes ajenas
y para lavar los pasos mal dados
vierten lágrimas de sus propias venas.


Al menos conocen la dimensión
de su culpa en granos de arena.
Mas quien preso está del corazón,


porque una pasión lo envenena,
ni busca fuga ni halla perdón,
que es el amor la mayor condena.


(De mi poemario 'La ausencia que te nombra')

 

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