miércoles, 11 de junio de 2014


Engañar al listero y al votante

José Joaquín Rodríguez Lara.


No me gustan las listas electorales cerradas y bloqueadas que imperan en la política española, pero a la mayoría de los españoles sí parecen satisfacerles. Le gustan tanto que no sólo se esfuerzan muy poco o nada en tratar de cambiar el sistema, sino que lo aplican incluso al votar a los aspirantes a conseguir escaño de senador, parlamentarios que se eligen mediante listas abiertas, pues se puede votar a candidatos de varios partidos, aunque lo usual es que el votante cierre la lista y la bloquee votando exclusivamente a los candidatos del mismo partido al que vota para el Congreso.

Me gustaría elegir a mis representantes políticos mediante el sistema británico, con circunscripciones unipersonales. Cada partido presenta un candidato por circunscripción, el más votado consigue el escaño y los demás se van a su casa.

Resultados electorales por distritos en Londres.
(Imagen publicada porlukeakehurst.blogspot.com)
Lo bueno del sistema británico, usado también en otros países, es que cada parlamentario le debe el escaño a su electorado y no a su partido, como ocurre en España. Por lo tanto, en lo esencial, el parlamentario británico se debe a sus votantes, no a su formación política, como en España, y se preocupa de los problemas, necesidades y aspiraciones de quienes le votan, no de los deseos del listero que le coloca en la candidatura electoral, como ocurre en España. La relación entre el representante y sus representados es mucho más personal y directa. No como ocurre en España, donde muchísimas veces votas y te botan. Si te he visto no me acuerdo.

Con el sistema británico, si el parlamentario engaña a sus votantes, no vuelve a ser elegido. En España no hay ese problema y el parlamentario puede engañar a sus votantes, si es que sabe quien le ha votado, cada vez que quiera. A quien no debe engañar es a quien le puso en la lista, pues corre el riesgo de que no le vuelva a poner.

Pero, en ocasiones, engaña a los dos. Ocurre esto cuando el parlamentario español no respeta la disciplina de voto y, desobedeciendo las consignas de su partido, hace de su capa un sayo y vota lo que quiere o, sencillamente, se ausenta o no vota o se abstiene y vota como si no votase.

En la votación de la Ley Orgánica de Abdicación del Rey Juan Carlos I se han registrado tres casos de indisciplina en las filas del PSOE. Los tres diputados socialistas díscolos han engañado a su partido, al no respetar las órdenes recibidas, y han engañado a sus votantes que creían haberle dado el voto y la representación a tres diputados del PSOE y, al menos por esta vez, esos tres parlamentarios le han hecho un corte de mangas al partido y otro al electorado, comportándose como exclusivos representantes de sí mismos.

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