jueves, 12 de junio de 2014

Ni los trastornos alimentan ni el tetrabrik engorda


José Joaquín Rodríguez Lara


La prudencia aconseja no confundir la velocidad con el tocino, pero nada advierte sobre la conveniencia de distinguir entre lo alimenticio y lo alimentario, a pesar de que uno y otro concepto suelen presentar tantas diferencias como las existentes entre el contenido y el continente.

Incluso hay empresas que no tienen claro si ofrecen bienes alimenticios o productos alimentarios. Por esas carreteras de Dios circulan vehículos, rotulados con el letrero 'productos alimentarios', que hacen dudar sobre si la sociedad propietaria de los mismos vende camiones cisterna o el caldo que la cisterna del camión lleva dentro.

Hay quien confunde a las churras con las meninas, que dicen que dijo mi admirada Belén Esteban, pero el diccionario de la Real Academia lo deja muy claro: alimenticio es lo que alimenta y alimentario, lo perteneciente o relativo a la alimentación. Es decir, que lo alimentario no alimenta o, al menos, no le alimenta al diccionario.

Más claro, el agua.
Bueno, el agua, precisamente el agua...
(Imagen publicada por
cultureandoenbarinas.wordpress.com)
Elemental, querida RAE, estamos ante un caso claro de primer curso de Barrio Sésamo. La leche es un producto alimenticio, porque alimenta, pero el tetrabrik en el que se envasa es un producto alimentario porque, aunque se utilice para envasar leche, zumos, vinos y otros alimentos, no se engorda por mucho tetrabrik que se coma; el tetrabrik no alimenta. Con la cuchara pasa lo mismo: por mucho que te la lleves a la boca, la cuchara no es un alimento, es un utensilio alimentario.

Pero no siempre es tan sencillo distinguir entre lo alimenticio y lo alimentario. El tetrabrik en el que se envasa la leche es un producto alimentario, y la tetavaca, en la que se acumula la leche antes de extraerla, ¿qué es? Pues..., si, literalmente, te comes la teta habrá que considerarla un producto alimenticio, escasamente apetitoso, pero alimento al fin. Y si te limitas a mirarla o, incluso, a mamar directamente de ella, deberíamos considerarla un producto alimentario. Natural, pero alimentario. Prácticamente lo mismo puede afirmarse de la cáscara del plátano, pero ¿qué podríamos decir del hueso de la aceituna y, sobre todo, del hueso del jamón? ¿Son productos alimenticios o alimentarios?

El producto alimentario es fácil de distinguir cuando está fuera del alimenticio. Por ejemplo, y aunque pueda resultar paradójico, la tripa del chorizo. La tripa es intestino, es decir, interior, interno, según dice el diccionario, pero en los embutidos va por fuera y actúa como faja. La tripa no es un producto alimenticio, es un producto alimentario y aunque se coma no nos alimenta. A los perros tampoco. Sobre todo si es de plástico.

Mucho más complicado es distinguir al producto alimentario cuando está dentro del producto alimenticio y, encima, es sintético. En este apartado hay que situar a la gran mayoría -por no decir a todos- de los conservantes, edulcorantes, acidulantes, emulsionantes, antioxidantes, colorantes, saborizantes, aromatizantes y todos los 'antes' que se le quiera echar al alimento, estén autorizados o no lo estén.

A estos 'antes' se les identifica por la letra E seguida de un guión y una cifra de tres dígitos, pero hay otros 'antes' que vienen de antes de que se inventase la E con numerito y que están a caballo entre lo alimenticio y lo alimentario. Por ejemplo, el azúcar, que endulza pero alimenta a la vez, aunque no tanto ni con tantos beneficios para la salud del consumidor como la miel. La sal conserva, da sabor, nutre, porque aporta minerales, y parece un producto alimentario, como el frío industrial, pero alimenta y, por lo tanto, es un producto alimenticio.

Y luego está el agua que antes era incolora, inodora e insípida y ahora tiene 'antes'. ¿Alimenta el agua? Pues, ¿qué quiere usted que le diga? Depende del envoltorio. Así, por sí misma, el agua nutre poco o nada, aunque tiene algunos minerales, pero dentro del gazpacho, con un buen arroz caldoso, en una sopa de cocido... Mire, es mejor no complicarse la vida: el agua es un alimento tan exento de valor calórico que hasta refresca. Salvo cuando se la rodea de calorías ajenas; entonces, el agua engorda. Y es un alimento tan necesario que su carencia origina trastornos irreparables.

Vivimos en un mundo en el que abundan los trastornos relacionados con la alimentación. La desnutrición, el hambre, cierran muchas bocas cada día, y la obesidad también mata diariamente a muchas personas. Son dos gravísimos problemas que exigen solución, pero ninguno de los dos son trastornos alimenticios. No son alimenticios porque no alimentan aunque se interioricen y somaticen; son trastornos alimentarios. Y no los originan los nutrientes, sino sus envoltorios y los 'antes'. La prueba está en que antes de que se extendiese el uso de los 'antes' y se generalizase el abuso de los envoltorios, casi no había trastornos alimentarios. Salvo, claro está, el hambre, que desgraciadamente es un trastorno alimentario más antiguo que las mismísimas ganas de comer.

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