jueves, 28 de agosto de 2014

Quiero ganar un Premio Ceres


José Joaquín Rodríguez Lara


Yo quiero ganar un Premio Ceres de Teatro. Así de claro. Lo digo como lo siento. Y lo digo sin soberbia, aunque mi ego y mi yo vayan por delante. Y añado, además, que quiero ganarlo, no que me lo regalen ni que me lo financien como premio a la creación.


He actuado en más de uno y también en más de dos y hasta en más de tres montajes teatrales, incluso como protagonista, pero fue hace demasiado tiempo y con diversa fortuna, así que no aspiro a recibir el galardón reservado para el mejor actor. Tampoco el premio al mejor actor de reparto, ni mucho menos al mejor director o al mejor empresario, ni al mejor maquillador, escenógrafo, iluminador, figurinista o apuntador, oficio este que, a pesar de haber desaparecido y haberse llevado por delante a sus oficiantes, late aún bajo la concha de la cultura popular a través de uno de esos dichos que dicen más que mil imágenes: allí murió hasta el apuntador. Lo mató la sempiterna crisis del teatro. De haber resistido hasta la crisis del público, el apuntador estaría ahora en las lista del paro. Apuntando espectadores.


En realidad, yo quiero ganar un Premio Ceres de Teatro que no existe, aunque debería existir y estoy convencido de que algún día existirá. Lo que yo pretendo ganar es el Premio Ceres de Teatro a la mejor obra nueva de tema clásico. No a la mejor adaptación sobre traducciones ajenas nunca mencionadas en los programas de mano, no al mejor corta y pega que han visto las piedras de Mérida, no a la mayor escabechina literaria realizada en el Teatro Romano aprovechándose de que ni el autor del milenario texto ni sus herederos viven. No es eso. Yo aspiro a que los Premios Ceres de Teatro y el Festival Internacional de Teatro Clásico de Mérida, que sustenta su existencia, promuevan la creación de obras teatrales clásicas.


Dirá usted, y lo dirá con razón, que lo clásico está reñido con la actualidad y que es más fácil hallar elementos de vanguardia en el mundo clásico que clasicismo en el mundo actual. Pero no me negará que cada año se representan en el Teatro Romano de Mérida y en su Festival Internacional de Teatro Clásico obras que, de clásicas, conservan el título y el nombre del autor al que la literatura asocia ese título, pero los personajes, los diálogos, la escenografía y el vestuario tienen de clásico entre muy poco y nada tirando a menos.


Y si se reescriben las obras clásicas hasta el punto de que sus autores primigenios difícilmente las reconocerían, no ya como textos de su puño y letra, sino como ideas que un día pusieron sobre el escenario, ¿por qué razón no se pueden escribir ahora obras completamente nuevas que reflejen situaciones, personajes, historias o leyendas del mundo clásico? ¿Porque es más fácil e intelectualmente mucho menos costoso desarmar la obra de otros que armar una obra propia? ¿Porque no tiene sentido escribir ahora nuevas obras sobre el mundo clásico?


Séneca escribió su 'Medea', la suya, cinco siglos después de que se representara por vez primera la 'Medea' de Eurípides, pero vale, Séneca era y es un clásico latino. Shakespeare escribió su 'Julio César', el suyo, 1.600 años después del asesinato del emperador romano, pero puede valer, pues Shakespeare es un clásico eterno, sin posible parangón en la literatura universal. Camus publicó su 'Calígula', el suyo, en 1944, es decir, 1.903 años después de que el hermano y amante de Drusila fuese asesinado, pero bueno, Camus era francés que, en lo que atañe al arte, es una forma muy vanguardista de ser clásico.


Si el Festival Internacional de Teatro Clásico de Mérida promoviese, a través de los Premios Ceres, la creación de obras nuevas ambientadas en el mundo clásico, la panoplia de textos representables en el certamen emeritense se ampliaría cada año, los destrozadores de obras ajenas tendrían un tratamiento para reconducir sus espasmos sísmicos y los verdaderos autores clásicos podrían descansar al fin, confiados en que su obra y su nombre tendrían el respeto que merecen.


¿Y en qué consistiría el Premio Ceres de Teatro a la mejor obra nueva de tema clásico? En representarla en el Festival de Mérida. ¿Cabe mayor honor?


Yo quiero ganar ese premio, quiero escalar el proscenio del Teatro Romano de Mérida y darle las gracias al jurado y a los griegos y también a los romanos, sin cuyos llantos, risas y muecas yo jamás hubiese podido escribir mi obra, y dedicarle el premio a mi madre, a mis hijos y a toda mi familia. Más o menos como acaban de hacer doña Concha Velasco y el resto de las personas premiadas en la tercera gala de los Premios Ceres de Teatro. Una gala que cada año sale mejor y suscita las críticas de menos gente. O la oposición está perdiendo efectivos o está perdiendo la fe.


¿Son mejorables los Premios Ceres? Por supuesto que sí. Por ejemplo, se le podría mostrar al público un cachito, aunque sólo fuese un cachito, de los trabajos premiados. Todo es mejorable y el escaparate de los Premios Ceres, también. Pero una cosa es querer mejorar el escaparate y otra muy distinta liarse a pedradas con la luna. ¿Quienes pretenden destruir estos galardones han creado alguna vez algo que vincule a Extremadura y a su patrimonio cultural con la producción artística española o lo suyo es la adaptación pura y dura?


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