miércoles, 22 de julio de 2015

'Andrómaca' en el Templo de Diana


José Joaquín Rodríguez Lara


Minutos antes de que empezase el estreno de 'César & Cleopatra' en el Teatro Romano de Mérida concluía junto al Templo de Diana, igualmente emeritense, la representación de 'Andrómaca', una versión de la obra de Eurípides que firma y dirige Raquel Bazo.


Dicen que las comparaciones son odiosas, pero a veces son inevitables. Tanto 'César & Cleopatra' como 'Andrómaca' llevan la marca del 61 Festival Internacional de Teatro Clásico de Mérida, aunque el primer espectáculo se represente en el Teatro Romano, en medio de una gran expectación, y el segundo, sin ese gran revuelo, se ponga en pie en la calle, junto a las ruinas del llamado Templo de Diana.


No se puede exigir que ambos montajes tengan la misma calidad pues la diferencia de caché, y por lo tanto de medios, entre uno y otro es abismal. En 'César & Cleopatra' trabajan dos actrices muy buenas y dos grandes actores. Quienes representan 'Andrómaca' no tienen ni la experiencia ni el prestigio ni los ingresos de Ángela Molina, de Emilio Gutiérrez Caba, de Lucía Jiménez ni tampoco de Marcial Álvarez. Tal vez le ganen en ambición, desde luego deberían de sobrepasarles en ilusión, y puede que algún día lleguen a igualarlos en los carteles, pero ya los superan en número.


Imagen de la puesta en escena de 'Andrómaca'. (Fotografía de Jero Morales.)


Y los superan por mucho, por muchísimo. Si en el reparto de 'César & Cleopatra' sólo hay cuatro nombres, en el de 'Andrómaca' hay catorce, más un coro integrado por 21 personas. Treinta y cinco artistas sobre un pequeño escenario, 35.


Hay mucho esfuerzo, muchas ganas de ser, muchos sueños en este montaje que se puede ver gratis o comprando una entrada que cuesta tres euros. Mi aplauso y mi reconocimiento para todas las personas que hacen posible la representación y para quienes la ven, paguen o no.


Es muy conveniente que el Festival de Mérida programe este tipo de espectáculos teatrales callejeros. Y lo es no porque semejante iniciativa constituya una saludable cantera de actrices, actores, autores, directoras y técnicos en general, sino porque puede ser un yacimiento de espectadores, un filón de público.


El teatro, como todo en esta vida, hay que probarlo para que de verdad te guste, y si hay personas que no van al Teatro Romano porque no les apetece o porque no pueden permitírselo -cualquier día de estos bajará el IVA y, con él, el precio de las entradas- lo más acertado es sacar el teatro a la calle.


Creo que hay que insistir en esta política, que no es nueva, aunque en algún momento pudiera parecer que no da frutos. Es necesario que el teatro clásico conquiste la vía pública. Quizá también se pudiera hacer en el Teatro Romano un día del espectador, con entradas más baratas; o conseguir que los grandes nombres de la escena ofreciesen actuaciones callejeras.


Ideas no van a faltar nunca. Y todas las que sirvan para divulgar y fortalecer el Festival Internacional de Teatro Clásico de Mérida son buenas, porque el Festival es una realidad cultural y económica muy importante para Mérida y para Extremadura y merece todo el apoyo que se le pueda dar.



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