miércoles, 20 de abril de 2016

Los espárragos y el sistema métrico decimal


José Joaquín Rodríguez Lara


Las lluvias de este mes de abril, bendito de todos los dioses, están estirando la temporada del espárrago. Del espárrago silvestre, que es el rey de los espárragos.


En Almamés sólo hay dos esparragueras y nunca veo que tengan espárragos. Pero la cerca se ha cortado este año y, en el desbroce, los cortadores se han llevado por delante la esparraguerra de mayor porte. Mano de santo: entre los pinchos secos de la planta vi esta mañana un espárrago. Grande, como de un metro; grueso, con calibre de pitillo; verde limón, camino del amarillo, y tierno, muy tierno.


Dudé entre cortarlo y dejarlo que se espigase pero, finalmente, lo corte. Era tan grande y bonito que me daba pena no iniciar con él un manojo. Seguramente el último de la temporada.


Dicho y hecho. Con él en la mano, fui a donde sé que abundan los espárragos y en poco tiempo reuní un puñado. Un manojo de esos que dan pie a las bromas: "con esa bota y una docena de huevos..., ya tienes la cena". Un manojillo es poca cosa si se va a espárragos, pero hace más entretenido el paseo por el campo si son los espárragos los que  'se vienen' a ti.


Camino de casa, con mi manojino de espárragos en la mano, iba reflexionando sobre lo generosa que es esta Extremadura de los pobres, rica es manjares como los espárragos, la criadillas de tierra, las moras de zarzal, el gurumelo y otras setas. No sólo nos regala productos silvestres muy apetitosos y de extraordinaria calidad, sino que los cría sin exigirnos nada a cambio. Cuando yo era niño, hasta había berros en los arroyos. Ahora hay botellas de plástico, señal inequívoca de que cada día nos tenemos menos respeto.


Al rey de los espárragos se le tiene poca o ninguna consideración, a pesar de que es un manjar -revuelto con huevo, en tortilla, frito, como sopa, en gazpacho...- que hace las delicias de casi todo el mundo.

 

Hay mucho desconocimiento en torno a los espárragos. Se les llama 'trigueros', aunque no todos se críen entre el trigo. Los hay blancos, negros, verdes... Y a todos se les considera hijos de la misma esparraguera, sin distinguir entre sus variedades y, por supuesto, sin investigar sus diferentes virtudes culinarias.


Ni siquiera existe una normativa que establezca la medida mínima que debe tener un espárrago para que se pueda cortar sin avergonzarse de hacerlo. El sistema métrico decimal, el sistema universal de medidas, no ampara al espárrago que se abre camino en la tierra. Sólo repara en el que intenta alcanzar los cielos.

 

A veces se encuentra algún espárrago con vocación de liana, de dos metros y más, y quien lo corta presume con el gigantesco ejemplar en la mano, como un nazareno en Semana Santa, pero a cara descubierta, o como un Tarzán sin película.


Sin embargo, no es el tamaño del espárrago lo que importa ni su número. Lo verdaderamente importante es el grosor del manojo. Mas, no hay medidas establecidas en este apartado. Un manojo de espárragos puede ser grande o chico sin dejar por ello de ser un manojo. Y lo mismo ocurre si al manojo se le llama bota, palabra que ni siquiera viene en el diccionario.


Para mí, en los manojos de espárragos hay cinco tamaños: puñado, mano, bota, brazo y brazada.

 

Llamo puñado de espárragos al que se puede abarcar con una sola mano, cerrada como un puño, hasta el punto de que los dedos pulgar e índice se tocan.

 

Considero mano de espárragos al manojo que se puede abarcar con una sola mano, sin que sea posible el contacto entre los dedos pulgar e índice.

 

La bota es un manojo que, por su grosor, sólo puede ser abarcado por las dos manos, siempre que sea posible mantener el contacto entre las yemas de los diez dedos.

 

Si no es posible mantener ese contacto, al manojo lo llamo brazo, pues donde mejor se lleva es debajo del brazo.

 

Y cuando el manojo es tan grande que ni siquiera me cabe debajo de un brazo y necesito los dos para abarcarlo, entonces lo llamo brazada.


Mi madre, Isabel, cumple hoy 84 años y le he llevado el puñado de espárragos. Reunir el manojillo me ha costado media hora y mi madre se ha puesto más contenta que si le hubiese llevado una brazada. Con una brazada de espárragos para ella sola no sabría qué hacer, y con un puñado, está feliz.

 

"¡Ay!, que bien, hijo" -me ha dicho. "Mañana mismo los preparo".


Gracias, abril, por tu lluvias generosas. Gracias, Extremadura, por la generosidad de tu tierra. Gracias, madre, por disfrutar con tan poca cosa.


Puñado de espárragos.

Mano de espárragos.



Bota, a la izquierda, y brazo de espárragos.

Brazada de espárragos.
(Todas las imágenes han sido bajadas de Internet.)





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