jueves, 9 de febrero de 2017

El cine español desprecia a su clientela


José Joaquín Rodríguez Lara


El cine, en general, es un negocio. Hay quien lo considera un arte, el séptimo arte. Pero si la dimensión artística fuese su principal cualidad, el cine no sería un arte; sería un surtido de artes. Porque escribir historias es un arte; interpretarlas dándole vida a los personajes es un arte; la fotografía es un arte; la música es un arte; hay arte en el vestuario y en el maquillaje y en...


Pero, por encima de todo, es un arte vivir de un negocio, el cine, que es ruinoso; de una industria que devora más dinero del que genera. Si el cine, en general, es el séptimo arte, el cine español es el arte octavo y el noveno y el décimo y... ¿Cómo no va a ser un arte trampear con las subvenciones y con los ingresos por taquilla para no desaparecer?


Luego está la gracia, el salero, el arte de menospreciar, despreciar, atacar y aburrir al público, a la clientela, y reclamarle simultáneamente que, además de subvencionarte, palabra que termina en arte, pase por taquilla.


¿Cuándo se divorciaron el cine español y los españoles que iban al cine? Posiblemente durante la Guerra del Golfo. ¿Y quién estaba entonces en la cresta de la ola cinematográfica? ¿Almodóvar, don Pedro?


Sí, porque lo de dame la pasta que "no me he sentido español ni cinco minutos" es de ayer como quien dice.


¡Vuelve Berlanga, Luis García, aunque sea de script! Y tráete contigo a Pepe Isbert, a Alfredo Landa, a Rafaela Aparicio, a Adolfo Marsillach, a Sara Montiel, a Amparo Rivelles, a Gracita Morales, a Fernando Rey, a Lina Morgan, a José Luis Ozores y a tantas y tantos artistas que con su buen hacer, cada uno en su estilo, llenaban los cines de España.


No hay comentarios:

Publicar un comentario