jueves, 2 de marzo de 2017


Policías ignorantes


José Joaquín Rodríguez Lara


El artículo 3.1 de la Constitución española de 1978 no deja el menor resquicio a la duda: "El castellano es la lengua española oficial del Estado. Todos los españoles tienen el deber de conocerla y el derecho a usarla."


Cuando la Constitución dice "todos los españoles" se refiere a todos los españoles. Incluidos los aspirante a ingresar en la escala básica de la Policía Nacional, pero al Ministerio del Interior debe de importarle un bledo lo que diga la Constitución sobre la obligación que tenemos "todos los españoles" de conocer "el castellano".


Sólo así se explica que el Ministerio que lidera Juan Ignacio Zoido, con raíces extremeñas, y la Dirección General de la Policía, que encabeza el pacense Germán López Iglesias, hayan anulado una prueba integrada por cien palabras castellanas sobre las que las personas aspirantes a convertirse en agentes de la Policía debían decir si estaban bien o mal escritas.


Al parecer, los examinandos consideran que esa prueba ortográfica, entre las que hay términos como 'cascabel', 'claraboya', 'biquini', 'carriño', 'cián', 'aruñar', 'yuyo', 'champurrear' y 'diunvirato', era demasiado difícil para ellos. La prensa dixit.


El Sindicato Unificado de Policía (SUP) asegura que la prueba no evaluaba "el nivel de competencia de los alumnos" e incluía términos que "jamás se utilizan en la labor policial y son de uso reservado a eruditos".

¿Nivel de competencia? ¿Puede considerarse competente a quien desconoce el idioma en el que debe comunicarse tanto verbalmente como por escrito?


¿Eruditos? ¿El artículo 3.1 de la Constitución "todos los españoles tienen el deber de conocer"... el castellano sólo obliga a los eruditos, es decir, a las personas instruidas en varias ciencias, artes y otras materias? Los policías qué son, entonces, ¿no instruidos? ¿Son ignorantes de oficio? ¿Hay que seleccionar a los futuros agentes de la Policía Nacional entre quienes no dominan el castellano? ¿Y hay que hacerlo en un país llenos de filólogos y otros titulados universitarios, de letras, que no encuentran empleo?

¿Acaso la Policía habla con una jerga propia, ajena al castellano en el que se comunica el resto de la población española? ¿A qué aspiramos, a ser cada día más cultos o a vivir en un país de zopencos?


La anulación de esta modesta prueba ortográfica, que superarían sin problemas millares de alumnos de Secundaria, sin necesidad de haber brillado en un campeonato de ortografía, me recuerda al viejo caso de la Maja Desnuda de Cáceres, protagonizado por un policía local cacereño, el cabo Píriz, que ordenó retirar del escaparate de una librería una lámina que reproducía el famoso cuadro de Goya, ya que, según el mencionado agente, causaba escándalo público.

Colgada en el Museo del Prado, la Maja desnuda (98 x 191 centímetros) es una obra de arte, pero reproducida en formato muchísimo más pequeño y colocada en el escaparate de una librería cacereña, la Maja no era una obra artística, era un escándalo inadmisible. Se ve que el cabo Píriz no era un erudito. Él sólo era un policía y sólo sabía de cosas de la Policía.


Desapareció el franquismo, casi se olvidó el caso de la Maja Desnuda de Cáceres, pero he aquí que los aspirantes a policías y sus dirigentes sindicales y los responsables de la Dirección General de la Policía y del Ministerio del Interior siguen anclados en la órbita geoestacionaria de la ignorancia preconstitucional.

Alguien que no sabe como se escribe cascabel, ni cian (sin acento) ni biquini ni otras palabras que, si están bien escritas, tienen asiento en el diccionario, no debería recibir un sueldo público al amparo de una Constitución que se pasa por el forro (sinónimo de funda) de la pistola (sinónimo).


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