miércoles, 10 de octubre de 2018


'Extremadura'. 'Paraíso perdido'


José Joaquín Rodríguez Lara


Entra uno en El Corte Inglés de Badajoz, en la plaza de Conquistadores, como quien entra a presidir el jurado de un premio literario, sabiendo que sólo leerá los títulos de las obras y consciente de que será denunciado, no ya por robo, sino por auténtico expolio de la librería, si se presenta en casa con un libro más –otro libro- bajo el brazo.


La librería de El Corte Inglés es una de las más importantes de Extremadura y siempre es un placer recorrerla; pasear entre sus mesas de exposición, sus estanterías y anaqueles es como deshilar un bosque en otoño. Caben todos los colores, todos los aromas, todos los sentimientos. ‘Narrativa Infantil’, ‘Novela Histórica’, ‘Diccionarios’, ‘Libros más Vendidos’, ‘Libros Recomendados’ (“Por quién” –pregunto; “Por Madrid” –me responden; “¡Ah!, si es por Madrid… Roma locuta, causa finita” –replico.)


En un primer recorrido por el bosque de los libros me pasa desapercibido, pero en el segundo me doy de bruces con él: hay un expositor dedicado a libros extremeños: ‘Extremadura, Arte, Historia y Tradiciones’. Lógicamente, me detengo ante él y lo observo con verdadero embeleso.


Está cerca de la puerta, muy accesible, pero mal iluminado. Además, tiene en el centro, ocupando buena parte del conjunto, una especie de portezuela metálica, más resplandeciente que el espejo de una corista, que debe ser una toma de agua para los bomberos pues un letrero advierte: ‘Dejar libre puerta manguera’. Sorprende la existencia de un punto contra incendios en mitad de una estantería con libros extremeños, como si los libros sobre Extremadura, además de ser tan combustibles –‘Fahrenheit 451’- como los de cualquier otra autonomía, fuesen artefactos incendiarios y quienes los escriben, auténticos pirómanos. Por si la manguera no bastase, sobre el suelo, junto a la estantería de los libros extremeños, hay un extintor de incendios.


Curioseo entre los volúmenes, más revueltos que tres arrobas de medias en rebajas, y me topo con ‘El miajón de los castúos’, de Luis Chamizo, y con ‘El enigma de Poncio Pilatos’, de Tomás Martín Tamayo, y con ‘Badajoz a través del tiempo’, de Francisco Javier García Ramos, y, en otra esquina del estante, con ‘El secreto del agua’, también de Tamayo y ‘En nombre de la rosa IV’, del expresidente Juan Carlos Rodríguez Ibarra. ¿Tamayo e Ibarra juntos y revueltos en la misma estantería? Esto justifica, sin duda, la presencia de la manguera y del extintor de incendios, así como la del pulsador de alarma que hay junto a la portezuela del armario de la manguera. Todo tiene su porqué. Hasta la presencia de un camión autobomba, de los bomberos, estaría justificada.


En el revoltijo de tomos encuentro también el volumen III de ‘En nombre de la rosa’, de Ibarra,  y algo después, el I -no veo el II-, y ‘Ceborrincho. Relatos extremeños’, de Miguel y Elisa Herrero Uceda, y ‘El hombre olvidado’, premio Cáceres de Novela, de Salvador Vaquero.


Al alejarme un poco del estante, cuando ya estoy por irme, descubro varios ejemplares con el título ‘Extremadura’ impreso en su estrecho lomo. Están recostados contra dos ejemplares, chatos y gruesos, que tienen como título ‘Jardín perdido’. ¡Extremadura. Jardín perdido! ¿Qué nos estarán queriendo decir estos libros? El desasosiego lógico de la incertidumbre se magnifica al hurgar en la amalgama de títulos y descubrir otro no menos impactante: ‘A los extremeños… qué nos pasa para estar donde estamos’. Se trata de un manojo colectivo de ensayos y es el título que no debería dejarnos dormir. Al lado de semejante interrogante, el existencial de ¿dónde venimos y a dónde vamos? me parece un acertijo para bebés.


Mientras camino hacia casa llego a la conclusión de que el estante de los libros extremeños de El Corte Inglés es una instalación artística, una ‘performance’, que dicen los que saben. En unos grandes almacenes generalistas en los que se le da tanta importancia al libro, en todos y cada uno de sus centros, y en un centro como el de Badajoz en el que se mima la cultura, con una sala, ‘Ambito Cultural’, en la que Miguel Luna lo mismo presenta a una escritora debutante que te da una sesión de zumba, la enmarañada distribución de los libros extremeños entre artilugios contra el fuego no puede ser fruto del azar, ni mucho menos del descuido, ni tampoco de la pasión desordenada del público por el arte, la historia y las tradiciones extremeñas. Ni por supuesto, un caos debido a la debilidad del mercado del libro extremeño, que pervive gracias al esfuerzo de los particulares, que escriben, editan y leen, a pesar de las ínfulas de quienes rigen las instituciones públicas, que publican con discutible criterio y distribuyen sin criterio alguno; es decir, poco, tarde, mal y nunca.


Y en este aterrador panorama, la estantería de los libros extremeños de El Corte Inglés de Badajoz es un auténtico y genial monumento artístico a la realidad de esta autonomía, que es una gigantesca carga pública en sí misma.



(Sexagésimo séptimo artículo publicado en extremadura7dias.com,
el  10 de octubre del año 2018.)




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