jueves, 18 de octubre de 2018

La tormenta como GPS


José Joaquín Rodríguez Lara


Cae la tormenta sobre Badajoz. Cae como las marras de los herreros caían sobre los yunques en las viejas fraguas sin energía eléctrica: con truenos terribles y con relámpagos de hierro fundido escribiendo el día en la noche del aire, y con agua, mucha agua, burbujeante en el pilón de las calles pacenses.


Cae la tormenta sobre Badajoz y mientras la disfruto, atrincherado tras los cristales de mi ventana -ya me empapé esta mañana, caminando a cuerpo gentil, antes de que amaneciese, por haber olvidado el paraguas-, me acuerdo de los versos que Luis Chamizo (Guareña, 1894 - Madrid, 1945) colocó en su 'Miajón de los castúos':


"algo asín como la lumbre d'un relámpago
qu'en la noche las negruras esgarrara
luminando las majás a los perdíos
en metá de la montaña".


El poema, titulado 'La juerza d'un queré', se desarrolla en un escenario ardiente, en 'la joya la Torbisca', lo que ya por sí mismo evoca un paisaje puesto a hervir en la lumbre, a la hora en la que el sol fríe los sesos y se perpetran los peores crímenes, cuando las chicharras cantan para espantar el insoportable agobio de la calor -por cierto, que cada año que pasa aumenta el calor y disminuyen las chicharras; y también los tábanos- y con un cuarteto formado por una loba, ardiendo de rabia, que corre detrás de Rosarillo, una zagala indefensa, ahogada en miedos de muerte, e integrado también por Blas, un pastorcete fundido en amores y por una flauta, impaciente por disparar su canto sobre el fruto amarillo de las retamas.

 

En este teatro del inclemente estío extremeño, Chamizo sitúa al rayo que ilumina las majadas como la última tabla de salvación, como postrera esperanza de 'los perdíos / en metá de la montaña'.


Y el poeta habla de 'majás', de pequeñas construcciones ganaderas, levantadas muchas veces con piedra seca y con techumbre de pasto y tierra, no de grandes cortijos encalados, con capilla y veleta, en cuyas paredes blancas brilla la lluvia y se reflejan los rayos con tanto o más ardor que el hierro encendido de las fraguas refulge en el espejo de los pilones.

 

El rayo visto como lazarillo, como guía, como GPS en mitad del secarral extremeño... Es otra forma de ver la tormenta 'esgarrando las negruras' del desamparo.



No hay comentarios:

Publicar un comentario