domingo, 19 de mayo de 2019

Vara, el hombre de estado y el estado de Extremadura


José Joaquín Rodríguez Lara


Muerto el burro, la cebá(da) al rabo, dicho que explica la acendrada actitud hispana de restringir los honores y reconocimientos hasta el fallecimiento de la persona destinataria de los mismos, para que no pueda disfrutarlos en vida.

Es lo que están haciendo Pedro Sánchez, Guillermo Fernandez Vara y el Partido Socialista en general con Alfredo Pérez Rubalcaba, que en los últimos años de su vida fue tratado por los dirigentes socialistas poco menos que como un apestado -tanto él como la mayoría de sus colaboradores fueron excluidos de los salones políticos de Pedro Sánchez- y tras su muerte está siendo glorificado como el gran hombre de estado de este país, una suerte de Winston Churchill de secano.

No niego que le prestase servicios al Estado, pero Rubalcaba ha sido el típico español que ha hecho de la política un oficio viviendo durante décadas y décadas de cargos y más cargos.

El hecho de que no llegase a ser presidente no le exime de responsabilidad, pues estuvo en el puente de mando cuando el PSOE cayó en desvaríos tan poco 'estatales' como alentar el independentismo catalán a través del presidente José Luis Rodríguez Zapatero; o tan poco 'obreros' como despojar a los trabajadores españoles de derechos que les había concedido el dictador Francisco Franco Bahamonde, bajando, por ejemplo, las indemnizaciones por despido de 45 días a 20. Y ¿para qué vamos a hablar de la lucha contra el terrorismo, en general, y el de ETA en particular?

¡A los muertos, tierra!, se dice. Póngale usted a esa tierra el color y la textura que mejor le cuadre. Pero cuando, en vez de darles sepultura, a los muertos se les usa para sentarse en sus rodillas utilizándolos como si fuesen cadáveres disfrazados de Papa Noel con el fin de dar mítines en las salas de las instituciones, es difícil que el espectáculo pase desapercibido.

Asegura Guillermo Fernández Vara que Rubalcaba fue un gran amigo suyo, que hablaban todas las semanas, que se veían a menudo y que tenían previsto cerrar juntos la campaña electoral en Olivenza, como acostumbra a hacer el mascarón de proa de los socialistas extremeños.

No me sorprende esa amistad ni me extrañan esas relaciones ni tampoco ese dueto en el final de campaña. Lo que me asombra es que, habiendo tenido el presidente Vara un amigo con la clarividencia política de un hombre de estado, como se dice que fue Rubalcaba, y con el enorme poder y la influencia sobre el propio Estado de un hombre que saltaba de cargo a cargo y seguía en el Gobierno porque para eso era Rubalcaba, Extremadura esté como está, a la cola de las estadísticas buenas y en cabeza de la malas.

¿Agarrarse al sillón para que ni el paro ni la emigración te echen del cargo es lo único que Rubalcaba, ese hombre de estado, le ha enseñado a Vara? ¿En qué gloriosa estadística extremeña han quedado reflejadas esas conversaciones, esas reuniones y esas visitas de Rubalcaba?

¿O es que Vara, pudiente por su casa, cree que no hay pobreza en Extremadura? La hay, ¡vaya si la hay! Hay muchísimas necesidades en la región que gobierna Vara. 

En el croquis de España, Extremadura es como el segmento de cola de un cohete espacial: proporciona el combustible, aporta empuje y aunque da la impresión de que despega y sube, en realidad muy pronto se separa del resto de la nave patria y, cumplida su misión de aportar votos, mano de obra y oxígeno limpio, se desengancha y en vez de subir cae, estando cada día más lejos del resto del cohete.

Y si me asombra que Extremadura esté cada vez más alejada del módulo de mando, a pesar de que Vara ha tenido un amigo como Rubalcaba, me aterra lo que puede ocurrirle a esta región ahora que, desgraciadamente, el fallecido ya no puede cerrar la campaña electoral en Olivenza.

Después de muerto, al Cid Campeador lo subieron a Babieca, su caballo, para que ganase una ultima batalla. Con Rubalcaba no ha ocurrido lo mismo. En este caso da la impresión de que es Babieca quien se ha encaramado sobre el difunto para blandir la Tizona en la batalla electoral.

Pobre Extremadura, tan lejos de la justicia y del socialismo y tan cerca de la caridad y de la ONG que preside don Guillermo Fernández Vara.


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