viernes, 27 de noviembre de 2020

 La nueva sonrisa


José Joaquín Rodríguez Lara


Dicen que la cara es el espejo del alma. No creo que sea así. En el caso de que exista el alma, entendida en un sentido mucho más amplio que el puramente religioso, hay rostros angelicales tras cuyo azogue se esconden espíritus demoniacos. Así que el presunto espejo no refleja con rigor la realidad.

Y hay muchísimos más demonios con cara de ángel que ángeles con facciones de demonio. Es una opinión personal, no un conteo estadístico, pero estoy convencido de que así es.

El rostro, eso sí, es el pendón, la enseña, de cada ser humano. Nos identifica más que cualquier otro pedazo de nuestro cuerpo. Cada parte de la cara aporta una nota distintiva: la boca, la nariz, los pómulos, la barbilla, la frente... A mí me llaman especialmente la atención los ojos. Son las alhajas de la cara, dos cabujones de ébano, de miel, de esmeralda, de zafiro... Es un tópico poético, una metáfora desgastada por el uso, llamar perlas a los dientes. Las verdaderas joyas del rostro son los ojos, esos ventanales por los que nos llega la luz y se nos van las lágrimas, tinieblas de lluvia y sal, el chaparrón de la tormenta.

A los ojos les hace una dura competencia la sonrisa, ese ajado 'collar de perlas' que se presenta en un estuche de terciopelo carmesí entreabierto, un regalo bien recibido casi en cualquier situación. La sonrisa abre puertas, pero son los ojos -tus ojos- los que alumbran las estancias más oscuras.

Con la pandemia originada por el despliegue universal del SARS-CoV-2, las caras humanas han sufrido un vuelco. La pandemia nos ha borrado la sonrisa; y no sólo en el sentido simbólico de la expresión. Lo ha hecho literalmente. La sonrisa ha sido proscrita, la hemos enterrado en una camisa de fuerza a la que -ironías de la semántica- llamamos mascarilla. No sé si por el IVA, impuesto sobre el valor añadido, hay que joderse, que nos clava el Gobierno o porque amplía la cara con sus gomas, sus telas, sus decoraciones y sus canesús.

Sea como fuere, la Humanidad tardará en echar las 'perlas' al aire para volver a reír, si es que la risa no se extingue por el camino, y los ojos han acentuado su papel protagonista en el centro de nuestras banderas. Además de ocultar la nariz y la boca, las mascarillas se han convertido en los expositores del ébano, del zafiro, de la esmeralda y de las demás piedras preciosas; actúan como peana de los ojos y realzan la belleza de sus gemas. Mirar directamente a los ojos, especialmente en esta tragedia llena de mentiras, no es comportarse con descaro, es saltar sobre la máscara para conectar con la verdad que emana de los cabujones. Los ojos son la sonrisa de la nueva situación.

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