sábado, 16 de enero de 2021

La sopa de ajo y otros desamparos


José Joaquín Rodríguez Lara


Ignoro qué delitos han cometido el gazpacho, la ensalada de limones, el almorraque, la siesta, las cuestas abajo en bicicleta y, sobre todo y por encima de cualquier otro manjar, la tortilla de papas, española por todo su lomo y extremeña por su raíz, pues en Extremadura nació.


En cualquier caso deben de haber sido delitos gravísimos, abominables, de lesa humanidad, pues pasan lo siglos y ni prescriben ni se les perdonan.


Los ayuntamientos tienen propensión a ponerles nombres llamativos a las calles: calle de fulanito (ex concejal), de menganito (ex ATS), del capitán citranito (ex teniente coronel), de la remolacha (hortaliza es), del somormujo (¿lavanco, quizá?), del maracuyá (ex flor de la pasión hecha fruta), de la...

 
No dudo de los méritos que atesoran tales próceres para merecer que rotulen con su nombre, y con su afán, una y mil calles, pero ¿acaso han hecho menos por la Humanidad el gazpacho (incluido el de poleo), la ensalada de limones (o de naranjas), el almorraque (de carne o de pescado), la siesta (como Dios manda), las cuestas abajo en bicicleta (en verano), la tortilla de patatas (con cebolla, lógicamente) o la humilde sopa de ajos? ¿Por qué no le ponen una calle entonces?


El maracuyá tiene mucha más presencia en los callejeros de España que en los hogares españoles. ¿Por qué? No sé, pero algo tendrá el fruto de la flor de la pasión cuando seduce a los alcaldes. En cambio, la tortilla de papas está desamparada; ningún ayuntamiento le hace justicia. Por más que busco y rebusco en el gran mapamundi de Internet no encuentro una Calle de la Tortilla Española, de la Tortilla de Patatas, de Papas o simplemente de la Tortilla.


Ni siquiera su pueblo, Villanueva de la Serena (Unión Europea) le dedica una calle, no digamos ya una avenida, a su hija más universal. En Villanueva, que tiene un alcalde muy preocupado por la ideología de las calles, no se le ha dedicado hasta ahora (Google dixit) una vía al "as de oro de la cocina española", que dijo Néstor Luján, aquel hombre sabio.

 

Villanueva sí le dedica calles al clavel, a la hierbabuena y hasta a Estonia, pero la tortilla tiene que conformarse con los homenajes oficiosos que le tributan bares, mesones, restaurantes y otras capillas gastronómicas que, además de honrar a la tortilla en sus fogones, la han elegido como santo y seña: Mesón de La Tortilla (de papas, claro). Pero los alcaldes, no; ni siquiera el de Villanueva.


¡Que ingrato es el mundo! ¿Verdad, sopita de ajo? A la nieve la fotografían y la televisan. Llenan con nieve las noticias, aunque se mueran de frío. En cambio a ti, que eres lo mejor que puede entrar entre pecho y espalda cuando nieva y cuando arrecia el frío, nadie te homenajea, nadie te honra, nadie te declara patrimonio vivificador de la Humanidad, lo que es muy injusto. Te marginan como a tus parientes el gazpacho, el almorraque, la tortilla y a todos los manjares que, como tú, sopita de mi vida, fuisteis engendrados por la escasez y por la humildad. Así lo proclama tu ADN: cuatro o más dientes de ajo (para honrar tu nombre), dos cucharadas de aceite (para freírlos), agua o caldo (para que seas sopa) y pan (para darte consistencia). Y, a partir de aquí, todo lo que quepa en el perol: pimentón (de la Vera), sal (si procede), guindilla (si gusta), jamón u otra chacina (si la hubiera o hubiese), huevos (de pava, si no hay de gallina), apetito (para disfrutar) ...


Los ajos los cultivó Manolo, el vecino; el aceite es de oliva virgen extra; el caldo, de cocido; el pimentón es dulce (no había picante); la sal, gorda; la guindilla, del huerto; el jamón, de casa (cerdo ibérico y mucha bellota); los huevos, recién sacados del gallinero; y el apetito, de un mostrenco.

 

A estos ingredientes se añaden los otros tres aliños fundamentales que nunca deben faltar en una cocina: afición, atención e imaginación.

 
¡Buenísima! La sopa de ajo me ha salido genial. No pongo foto porque ya me he comido hasta las guindillas. Otra vez será.


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