sábado, 6 de septiembre de 2025

Abejas cocidas en raíces chinas, mano de santo para las ortigas o qué sé yo

José Joaquín Rodríguez Lara

No entiendo cómo es posible que nos equivoquemos tanto si el mundo está lleno de consejos, de normas y de advertencias para acertar. 
    Entra usted en una publicación sobre gastronomía, por ejemplo, y encuentra información sobre cómo debe hacer gimnasia o dormir. Consulta una publicación sobre fiscalidad y allí mismo le informan sobre los efectos benéficos de un consumo moderado de vino blanco joven. Y, de paso, sobre cómo debe hacer la cama. No lea usted cualquier periódico deportivo si no quiere enterarse de lo que tiene que comer para controlar el colesterol, los dolores de rodilla y hasta el insomnio. 
    Soy una de esas personas que leen todos los consejos que le caen en las manos sobre lo que hay que hacer para estar sano. Eso sí, no leo ninguno cuando quieren convencerme de lo que NO debo hacer. Tengo ya una edad y no necesito que me prohíban ser feliz. 
    De tanto leer consejitos he llegado a la conclusión, primero, de que seguramente gozamos de más salud que nuestros abuelos, puesto que ellos no tenían vacunas, ni aspirinas, ni nutricionistas, ni dietistas ni a la madre que parió a toda esta gente. Y como entonces casi no había médicos, el personal se moría cuando le llegaba la hora y punto. De muerte natural. Sin sangre o con ella. Pero sin tiempo extra añadido por el árbitro. 
    En segundo lugar concluyo que, por muy rápido que yo lea, siempre voy a dejar sin leer, por falta de tiempo, valiosos consejos de afanosos y bienintencionados expertos en el arte de estar sano. Les pido disculpas a todos ellos, pero necesitaría tres vidas por lo menos para poner en práctica todo lo que tan gentilmente me aconsejan. 
    ¿Ha probado usted ya los beneficios de tomarse cada noche una infusión de laurel antes de echarse a dormir? Pues pruébela, por favor, pruébela y luego me cuenta los resultados, que a mí no me da tiempo. Estoy muy ocupado intentando comprobar la eficacia de la raíz de ortiga cocida en miel de abeja china -¿o era al revés?- contra las lombrices intestinales. Una de dos, o esto de la raíz de ortiga china es un cuento chino, o yo no tengo lombrices, pues por más que me fijo no las veo salir de mi cuerpo. Nos engañan como a chinos. Aunque a lo peor es que no cuezo bien a las abejas. Las pobres.

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