viernes, 11 de mayo de 2018
ETA no desaparece, sólo se difumina
José Joaquín Rodríguez Lara
La banda terrorista ETA ha escenificado su disolución, pero no desaparece. Sólo se difumina.
Ojalá no vuelva a matar ni a secuestrar ni tampoco a extorsionar, pero no desaparece. Sigue pretendiendo lo mismo que el primer día que apretó el gatillo -en 1968, para matar al policía Melitón Manzanas-, aunque diga que lo buscará por otros cauces.
Algún día, quiéralo el cielo, la banda terrorista ETA dejará de abrir los informativos de este país, pero eso no significará que haya desaparecido. Ni por entregas ni tampoco de una vez y para siempre. Seguirá aquí, entre nosotros.
Con casi un millar de víctimas, 84 de ellas extremeñas, ETA está en el callejero de España. Allí donde el nombre de una víctima de la banda terrorista ETA rotula una calle, una plaza o un monumento, allí está ETA. Con su hacha, su serpiente, sus capuchas, sus pistolas, su goma 2, sus bombas lapa, sus guisos de metralla en ollas a presión, sus tiros en la nuca, sus secuestros, su ‘impuesto revolucionario’, sus condenas y sus presos.
ETA se disuelve, pero no se va. No desaparece por el sumidero de la infamia. Tal vez haya personas a las que le reconfortase que la banda se arrepintiese, pero de muy poco serviría que los terroristas expresaran, de forma creíble, su arrepentimiento por todo el dolor causado a miles de personas que permanecían ajenas a su locura asesina hasta el día en que, directa o indirectamente, sufrieron un atentado.
Los terroristas podrían pedir perdón y hasta es posible que alguien les perdonase, pero eso no resucitaría a quienes perdieron la vida ni le devolvería las dos piernas a Irene Villa, que sufrió un atentado junto a su madre cuando tenía 12 años; ni el brazo derecho al cabo Antonio Guerra, un guardia civil de Badajoz que, mientras protegía un cuartel en Bilbao, fue atacado por un comando y una bomba le arrancó de cuajo el brazo diestro. Con la mano que aún le quedaba viva, ‘el cabo Guerra’ recogió la extremidad arrancada y siguió defendiéndose a tiros, antes de comunicar a sus superiores que había sufrido un atentado. Una vez que le cicatrizó la amputación, se mantuvo en el servicio activo muchos años, fue jefe del SEPRONA, en Badajoz, y recorrió los campos con sus compañeros en una moto que manejaba con su brazo izquierdo y una extremidad ortopédica.
Hay gente a la que se le puede arrancar la carne a cachos, pero es imposible despojarla del valor.
Se disuelve ETA, pero se queda marcada a fuego en las carnes y en la memoria de miles, de millones de personas. La banda no desaparece; sólo se difumina.
Porque medio siglo de terrorismo no se pueden borrar con un comunicado y una escenificación.
La sombra de ETA es tan enorme, tan densa, que hasta está en el diccionario de la Real Academia de la Lengua, que incorporó a sus páginas la palabra zulo.
Antes de ETA zulo significaba agujero, orificio, bache, en euskera. Con ETA pegando tiros, el término zulo pasó a significar escondite –de armas, de explosivos, de propaganda...- y también mazmorra nauseabunda, como la que mantuvo preso a José Antonio Ortega Lara durante 532 días. Gracias a ETA, la palabra vasca zulo significa en castellano “lugar oculto y cerrado dispuesto para esconder ilegalmente cosas o personas secuestradas”, según recoge el diccionario, donde ETA también ha dejado su huella indeleble.
(Cuadragésimo artículo publicado en extremadura7dias.com,
el 4 de mayo del año 2018.)
sábado, 5 de mayo de 2018
Extraterrestres con pimentón de La Vera
José Joaquín Rodríguez Lara
Hay quien todavía se pregunta si fue antes el huevo o la gallina. Para mí, la prelación está muy clara: la gallina salió de un huevo que había salido de un dinosaurio al que le salió una hija díscola, con plumas y cacareando.
La gallina, seguramente la más doméstica de las aves, tiene pies, uñas, andares y hábitos alimentarios sospechosamente parecidos a los que, analizando los fósiles, se les suponen a los dinosaurios bípedos.
Cada vez que como pollo no puedo evitar caer en la cuenta de que estoy comiendo dinosaurio, pero qué rico está el dinosaurio a la parrilla.
Lo que no había sospechado nunca es que, cuando comemos pulpo, con su sal, su aceite de oliva, sus cachelos, que así llaman en Galicia a las rodajas de patata, y su maravilloso pimentón de La Vera, todo ello tan cercano, tan de La Tierra, tan nuestro, en realidad nos estamos comiendo a un alienígena, a un extraterrestre.
Los extraterrestres, a los que tantas veces hemos supuesto cabezones, como el pulpo; con ojos raros, como el pulpo; inarticulados, como el pulpo; escurridizos, como el pulpo; listísimos, como el pulpo; y con ventosas, como el pulpo, resulta que son unos seres apacibles, que no necesitan escafandras, que carecen de naves espaciales y que hasta se dejan arponear, apalear, cocer y servir en un plato de madera cortados en rodajas y cubiertos de pimentón de La Vera.
La prestigiosa revista científica ‘Progress in Biophysics and Molecular Biology’ acaba de publicar un artículo firmado por 33 científicos, de no menos prestigiosas universidades de todo el mundo, defendiendo la teoría de que el pulpo llegó al planeta Tierra desde el espacio.
Y, según aseguran los investigadores, no vino solo. En realidad, a La Tierra han llegado y, lo más importante, siguen llegando numerosas formas de vida extraterrestre, tanto animales, como vegetales y microbianas. Pero no vienen en platillos voladores. Llegan en los cometas, en los asteroides y, en general, en los pedruscos, guijarros, arenillas y polvos de estrellas que continuamente caen sobre nuestro planeta.
Es lo que se denomina la panspermia, una suerte de siembra galáctica que reparte la vida por el Universo como quien esparce habas a voleo en un barbecho.
Si así fuere, y hay más probabilidades de que lo fuere que de que no lo sea, se confirmaría que la especie humana no sólo no está sola en el cosmos, sino que hasta comparte mesa y mantel, es un decir, con el pulpo y otros cefalópodos alienígenas.
Y lo mejor de todo es que el día que alguien se nos presente como extraterrestre, su aspecto no nos parecerá diabólicamente feroz. Al fin y al cabo es muy posible que nosotros también procedamos de su galaxia. ¿Por qué iba a querer hacernos daño entonces?
Ahora, eso sí, si el visitante le contempla con ojos golosinos y le espolvorea con pimentón, no pregunte y corra, corra lo más rápido que pueda.
miércoles, 2 de mayo de 2018
Un día cualquiera
José Joaquín Rodríguez Lara
Esta es la hora de las puestas de sol, de las estrellas huidizas, de los instantes eternos, de la eternidad fugaz, de los nombres, de las miradas, de los puntos suspensivos, verdes, palpitantes, misteriosos, de las ventanas encendidas detrás de rejas voraces, de las mirillas por la que pasa la vida en fotogramas cargados de impotencia, de soledad y de desolación. Esta es la hora en la que los trenes se cruzan y hasta chocan si llegar a tocarse.
martes, 1 de mayo de 2018
Estamos hartos de mentiras, hartos
José Joaquín Rodríguez Lara
Si aumenta el paro, la culpa es del Gobierno de Rajoy, que no invierte en Extremadura. Acaba de decirlo, este jueves 26 de abril, la consejera de Empleo de la Junta de Extremadura.
Pero si el paro disminuye, entonces es gracias a la Junta y a su exitosa política de colocaciones. Lo dijo, el martes día 3 de abril, hace menos de un mes, ¡menos de un mes!, el secretario general de Empleo de la misma consejera y de idéntica consejería.
Hay chupetes con mecanismos muchísimo más complejos que la mentalidad de algunos políticos extremeños. Valientes analistas oficiales tenemos en una región a la que alguien, en nuestras propias narices, le quitó un día el tapón del sumidero para que todos y cada uno de sus habitantes tengamos que irnos por el desagüe de la hedionda emigración.
Y a pesar de ello, a pesar de la emigración, el paro no deja de ser la principal lacra social de los extremeños. Es peor que la delincuencia, es muchísimo peor que la droga, pero nadie le pone freno. Nadie.
Sí durante la campaña electoral prometiste que lo solucionarías y no sabes como hacerlo o, sí lo sabes, pero no logras conseguirlo, vete a tu casa. Déjalo, que lo tuyo no es solucionar los problemas de la gente. Deja que alguien lo intente en tu lugar. Es lo que hace la gente normal, quienes no están enfermos de poderemia, que puede sonar a enfermedad de las liebres, pero es una peste que ataca a los políticos. Vete, permite que alguien que no sea tú intente ponerle remedio a la tragedia; no nos condenes una legislatura tras otra a tu inutilidad.
No nos hundas más y más en un agujero del que Extremadura no saldrá mientras que los políticos extremeños no dejéis de sacudiros la responsabilidad por nuestra hambre y de atribuiros el mérito de las migajas de empleo que, algún que otro mes, nos llegan a la boca.
Durante mucho tiempo creí que unos y otros, políticos extremeños, tan diferentes en sus diagnósticos y tan iguales en su inoperancia, hacían esas interpretaciones simplistas, absolutamente banales, ofensivas para quienes estamos o hemos pasado por el infierno del desempleo, porque consideran que la ciudadanía es tonta. Tonta de remate.
Pero con el tiempo he empezado a cambiar de opinión. Cuando una y otra vez intentan engañarte con la misma mentira es inevitable sospechar que el tonto no eres tú, sino quien se empeña en mentirte de forma tan burda.
Se puede engañar a alguien durante todo el tiempo, y se puede engañar a todo el mundo durante algún tiempo, pero es imposible engañar a toda la sociedad durante todo el tiempo.
(Trigésimo noveno artículo publicado en extremadura7dias.com,
el 26 de abril del año 2018.)
Te cobran la sanidad pública y encima quieren que pagues la privada
José Joaquín Rodríguez Lara
Permitir que una empresa pública, llamada Estado, te cobre lo que se le antoje por asegurar tu seguridad con policías, por contratar a profesores para que eduquen a tus hijos, por abrir hospitales para que te curen o por gestionar las pensiones, esa caja de resistencia de quienes ya se han jubilado y no tienen otros ingresos, es el mayor lujo que puede permitirse una persona.
Cuando los gestores de esa empresa pública, llamada Estado, y de sus sucursales autonómicas, provinciales y municipales hacen ostentación ofensiva de preocuparse más por su propio bienestar -empleo, poder, coches, viviendas, sueldos, pensiones…- que por quienes les costean ese notable nivel de vida, es más que prudente desconfiar y auditar todos y cada uno de sus pasos. Y si, a pesar de la enorme cantidad de dinero que le sacan a la población, la dirección de la empresa y de las empresitas públicas no funciona bien, es justo tomar medidas para que lo haga correctamente, incluso sustituyendo a los dirigentes si la asamblea general de socios lo considera oportuno.
Todos formamos parte de la poderosa empresa pública llamada Estado. Es nuestra mayor cooperativa. Los gerentes la gestionan, pero no es de su exclusiva propiedad. Las fuerzas y cuerpos de seguridad, la educación oficial, el sistema público de pensiones y, por supuesto, el Sistema Extremeño de Salud, como un órgano más de la cooperativa estatal, pertenecen a quienes pagan su mantenimiento, no a quienes lo gestionan.
Cuando los gerentes de la empresa pública llamada Estado no sólo no dan el servicio que, en teoría, ofertan, sino que encima obligan a recurrir a la vigilancia privada, a la educación privada, a los planes de jubilación privados y a la sanidad privada, no es que la empresa pública llamada Estado, funcione mal, es que está timando al contribuyente. Le engañan cobrándole por un servicio que no le dan.
(Trigésimo octavo artículo publicado en extremadura7dias.com,
el 21 de abril del año 2018.)
Suscribirse a:
Entradas (Atom)