jueves, 16 de octubre de 2014

Huelga de escopetas


José Joaquín Rodríguez Lara


Un deportista hace huelga de hambre en la puerta del ayuntamiento de Badajoz (Unión Europea). Se llama Julián Cruz y es entrenador y director deportivo del club 'Asociación Camino a la Vida' que, antes de recalar en la capital de la provincia, tuvo su sede en Montijo (UE) y en Olivenza (también UE) y ha llegado hasta la Tercera División estatal de fútbol sala.


Julián Cruz le exige al Ayuntamiento pacense que ponga a disposición de su equipo un pabellón en el que pueda entrenar y jugar y, para que le hagan caso, acampa ante la puerta del Consistorio y se niega a comer. Dice el huelguista que los integrantes de su club están federados. Sin embargo, no se pone en huelga de hambre en la puerta de la Federación, que organiza y regula sus competiciones, sino que le exige a la corporación municipal instalaciones deportivas con un pavimento adecuado y sin goteras. Se lo exige al Ayuntamiento, que nada tiene que ver con el fútbol sala, o lo que es lo mismo, se lo reclama a toda la ciudadanía de Badajoz, que tampoco.


Julián Cruz ante el ayuntamiento de Badajoz.
 (Fotografía de J. Oto publicada por elperiodicoextremadura.com)

En apoyo de su reclamación, subraya Julián Cruz que la 'Asociación Camino a la Vida' aparta a los jóvenes de la droga, de la calle y de otros vicios. Argumenta que los jugadores de su equipo están empadronados en Badajoz y proclama que, con estos antecedentes, su club tiene tanto derecho como el que más a entrenar y a jugar en un pabellón municipal adecuado. Y para conseguirlo, además de ponerse en huelga de hambre, hace que la plantilla entrene ante el ayuntamiento.


Hasta aquí, todo normal. Porque tan normal es hacer huelga de hambre ante el ayuntamiento de Badajoz exigiendo un pabellón que no tenga la pista de cemento y sea gratuito, como sentarse en la puerta de la Plaza de Las Ventas del Espíritu Santo (Madrid-Unión Europea) con una pancarta pidiendo una oportunidad en la Feria de San Isidro. Nada hay de extraño en ello.


Lo que me asombra es que los cazadores de Badajoz, y los de otras localidades, no hagan huelga de hambre ante las puertas de sus respectivos ayuntamientos y entrenen en las calles con sus perros y sus escopetas exigiendo poder cazar en terrenos en los que haya caza. Aunque tengan goteras.


Los cazadores también son deportistas o, al menos, así los considera la Administración. Son deportistas, están federados y pagan la licencia de caza, el permiso de armas, el seguro de accidente, las vacunas del perro, la cuota del coto, los cartuchos, el carburante... Que cazar sale por un pico, aunque no se vea un rabo, y Hacienda bien que lo sabe. Y, por si esto fuera poco, todos los deportistas cazadores, además de estar empadronados, en Badajoz o en otros municipios, apartan de la droga a los jóvenes y los sacan de las calles y de otros lugares perniciosos llevándolos al campo.


Pero no, los cazadores no hacen huelga de hambre. Los cazadores tan sólo pagan sin rechistar por los mil y un papeles que se les exigen sin que se les garantice nada. Son tan sufridos los amantes de la caza que aguantan los improperios y la desconsideración, cuando no el desprecio y el insulto, de los no cazadores, limitándose a sacarse del bolsillo y a poner en circulación millones de euros cada temporada. No protestan. Y es una lástima. Sería todo un espectáculo verlos vestidos de camuflaje, con sus armas y sus perros, en la puerta del ayuntamiento pidiendo no un pabellón sin goteras, no un cazadero municipal y gratuito, pero sí que la caza se cuide como lo que es, un patrimonio natural, una fuente de riqueza y, según la Federación de Caza y la administración que la ampara, hasta un deporte.



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